6/12/14

El poeta obrero de la Foxconn y la voz de una generación

Para La Izquierda Diario



Recientemente se conocieron los poemas de Xu Lizhi, un joven obrero chino que trabajaba en la fábrica donde se ensamblan los productos de Apple, tristemente famosa por los suicidios obreros.

La ola de suicidios en la ciudad-fábrica Foxconn en 2010 desnudó las condiciones de trabajo de la clase obrera china. Eran actos desesperados de denuncia de la esclavitud moderna en las fábricas de Apple, un símbolo de estatus económico en el mundo entero. Ese momento marcó un antes y un después para la nueva generación obrera que inunda las fábricas chinas. 

Aunque luego de esos acontecimientos trágicos, la nueva clase obrera china conquistó nuevas leyes laborales como la Ley de Contratos de Trabajo (2008), mejoras de algunas condiciones y aumentos de salarios, los ritmos de producción se aceleran al ritmo de la codicia de los empresarios. Xu Lizhi tenía 24 años. Trabajaba en la línea de ensamblaje de Foxconn, donde se ensamblan el Iphone, la Playstation, el Blackberry o la Wii. Como sus compañeros y compañeras, no podía comprar ninguno de los productos que ensamblaba con sus manos. Vivía en un dormitorio en Shenzhen, muy cerca de la fábrica y seguramente compartía su casa con varias personas para abaratar el costo de vida. Se arrojó por la ventana el 30 de septiembre. Los poemas de Xu, publicados en internet por sus amigos, cuentan la vida de la juventud nacida después de 1980, hija de la primera generación que se mudó del campo a la ciudad en busca de una vida mejor.
“Taller, línea de ensamblaje, máquina, tarjeta de fichar, horas extra, salario./ Me han entrenado para ser dócil./ No sé gritar o rebelarme,/ cómo quejarme o denunciar,/ sólo cómo sufrir silenciosamente el agotamiento”. A diferencia de sus padres, que habían sufrido la dureza de la vida en el campo, la generación de Xu (hoy el 60 % de la nueva clase obrera china), es una generación bisagra que ya no cree que deba aceptar las malas condiciones de trabajo ni los abusos de los dueños de las fábricas. Por eso, junto a la impotencia y la bronca que estallaron con la ola de suicidios en la Foxconn, crecieron las huelgas y las protestas (Proletariado made in China).
Muchas veces las cifras no alcanzan a explicar las marcas que deja la precarización, el trabajo a destajo en fábricas y talleres, donde la juventud es mano de obra descartable, y literalmente deja la vida en el trabajo. En realidad, no hacen falta más que algunas palabras para expresarlo: “La juventud se detuvo en las máquinas, murió antes de tiempo”. Las muertes por las malas condiciones, los bajos salarios y los ritmos de producción se vuelven imperceptibles en una sociedad donde la vida está regimentada por la búsqueda de ganancia de una minoría que es dueña de todo, y somete a la mayoría a trabajar para “vivir”. Y en ese “trajín”, millones de personas se hunden en la más profunda soledad, esa que a veces se hace imperceptible porque las encuentra hacinadas pero solas, hiperconectadas pero sin nadie con quién hablar, angustiadas y agobiadas por las preocupaciones cotidianas.
Los suicidios en Foxconn no fueron los primeros. Cuando empezaba la última crisis económica internacional, en Telecom de Francia se suicidaron en 2 años 25 trabajadores. En el Estado español, el peso de las deudas y los desalojos para ejecutar las deudas hipotecarias, provocaron varios suicidios ante la mirada indiferente del gobierno. Hace más de 150 años, un Marx joven se preguntaba qué le pasaba a una sociedad moderna e industrial, inundada de seres anónimos, arrojados a la miseria y el olvido. La sociedad actual sigue estando signada por el “brutal desprecio” hacia la vida, plagada de viejos y nuevos problemas. La decadencia social se confirma todos los días. Uno de los últimos poemas de Xu decía: “Quiero tocar el cielo, sentir ese azul tan ligero/ pero no puedo hacerlo, así que dejaré este mundo./ Todos los que han oído de mí/ no se sorprenderán de mi marcha”.
Podríamos hacernos la misma pregunta que se hizo Marx en 1846, parados en el medio de la Foxconn: “¿Qué clase de sociedad es ésta, en la que se encuentra en el seno de millones de almas, la más profunda soledad; en la que uno puede tener el deseo inexorable de matarse, sin que nadie pueda presentirlo? Esta sociedad no es una sociedad; como dice Rousseau, es un desierto, poblado por fieras salvajes”. Los poemas de Xu ponen a la sociedad frente al reflejo más crudo de la decadencia capitalista. Pero la generación de Xu ya no acepta dócilmente ese destino, está en movimiento, y es irrefrenable.

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