5/12/14

¿Qué quieren las mujeres?

Para La Izquierda Diario


Fue una mala semana para hablar sobre la violencia contra las mujeres. La inauguró el humorista Crist con este “chiste”, donde se hace eco de las imágenes más misóginas que rodean los femicidios, y machaca la idea de “evaluar” la figura femenina, aun muerta.
La noche del mismo día, en el programa de TV Animales Sueltos, Luciana Salazar dijo que le gustaba que un tipo le diga “te violo” porque, según declaró, que la inviten simplemente a tener relaciones sexuales “se la tira para abajo” (¿la líbido?). Al día siguiente se disculpó, y listo, su ruta.
No se trata de discutir aquí las fantasías de Luciana Salazar ni las de nadie. Tampoco, como dice ella, se la “malinterpretó” (es claro que poco tiene que ver con la vida de la mayoría de las mujeres y la realidad cotidiana de la violencia pero esa es otra discusión). El problema es que tanto Salazar como Crist son solamente engranajes de un sistema bien aceitado que degrada a las mujeres constantemente y de diferentes formas. No es necesario explayarse en la naturalización de la violencia contras las mujeres en todas sus expresiones.
Toda persona que ve televisión sabe que la reproducción de imágenes degradantes, cosificadas, estereotipadas, es algo de todos los días. También es sabido que en los últimos años se ha generalizado el repudio hacia la violencia contra las mujeres. Cada vez más, las expresiones misóginas y machistas son rechazadas.
Le sucedió a Tinelli cuando comparó el equipo brasileño de fútbol con una mujer golpeada (culpando implícitamente a la víctima de violencia); le sucedió a Mauricio Macri cuando defendió los piropos (cuestionados por una campaña contra el acoso callejero) basado en la aguda suposición de que a todas las mujeres les gusta que le griten “qué lindo culo que tenés”.
Abundan los ejemplos como los mencionados más arriba. Sin embargo, muchas de esas expresiones “correctas” de repudio también suponen imágenes y estereotipos. Por eso, las mujeres son la constante en las secciones de policiales de diarios y noticieros televisivos y están relativamente ausentes de cualquier otro segmento.
Ni siquiera cuando se trata de mujeres “poderosas” frena la máquina. Angela Merkel, la canciller alemana, puede aplicar ajustes durísimos pero siempre será una noticia más importante que usó un vestido con escote pronunciado. Michelle Bachelet puede incumplir o no sus promesas electorales, pero siempre se hablará de que no está casada y será materia de debate quién ocupa el rol de “primer damo” (sic). Siempre será más “importante” que CFK use un escote audaz o que tenga muchas carteras, y no que niegue el aumento de la precarización del empleo.
Entonces: muertas, violadas o humilladas, siempre víctimas; tetas, culos, siempre objetos (a lo sumo degradas “con estilo”, transformadas en un rasgo, un detalle que hable de su feminidad). Esa imagen doble se traduce en mensajes como el de Chiche Gelblung, cuya crítica a la estrella pop adolescente Miley Cyrus solo concluía en la culpabilización de las mujeres asesinadas, como Melina Romero.
Fuera de la televisión la cosa no mejora mucho. Cualquier mujer que ostente un octavo de la actividad sexual de un varón, será tildada rápidamente de “trola”; la que no acceda al deseo masculino, una histérica que solo busca provocar. Y existe también una larga lista de mujeres que, por sus características físicas, su edad o sus gustos sexuales no serán “dignas” de deseo. Por eso muchas de las críticas en los medios, contienen un mensaje velado, más contra los deseos de las mujeres que contra la superficialidad o la imagen de mujeres-objeto que se reproducen.
De cualquier manera, la mujer sujeto de su vida y de sus propias fantasías está vedada en los grandes medios de comunicación. Así funciona la misoginia, y es mucho más sutil que la violencia.
A lo sumo, las mujeres son tratadas como criaturas extrañas. Los conductores y personajes se preguntan azorados, “¿Qué quieren las mujeres?”. Básicamente lo mismo que la otra mitad del mundo, solo que es bastante más difícil conseguirlo.

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