5/6/14

“Te odio a vos y a todas las mujeres”

Hoy leí esta nota. Por terrible que suene, no me extraña el hecho en sí mismo. El crecimiento de la violencia contra las mujeres es escalofriante, y esa violencia crece en un contexto de legitimación de varias formas de violencia (menos brutales y extremas). 
En 2013 en Argentina se registraron 295 femicidios. Es decir, 295 mujeres fueron asesinadas por ser mujeres (o mejor dicho, se registraron 295 casos donde el asesinato de la mujer no tuvo otra motivación que no fuera su género). Siempre es complejo hablar de cifras cuando se trata de una violencia que surge de la subyugación de TODAS las mujeres, porque somos “legalmente” oprimidas de tantas formas, violentadas “correctamente” de tantas otras que es muy difícil encontrar el “número”.
Pero lo cierto es que esa sola cifra es suficiente para advertir que en la Argentina gobernada por una mujer, donde hay matrimonio igualitario, ley de identidad de género, el monstruoso fenómeno de los femicidios crece sin parar: asesinan una mujer cada 35 horas.
Desde que me levanté, fui al trabajo en subte, salí, me junté con una amiga, volví a casa, cené, miré una serie, leí un poco de un libro, usé internet, me fui a dormir y volví al trabajo al otro día, una mujer fue asesinada. Y eso le pasa todos los días a una persona que comparte conmigo algo tan vital e “innato”: ser mujer.
Es un poco intimidante pensar en eso. Intimidante porque es extremo y brutal, pero lo más “intimidante” es que no es un “mal de locos” ni una acción perpetrada por un loco aislado. En general a las mujeres no enseñan que la violencia está afuera, que hay que tener cuidado, incluso se alimentan muchos prejuicios sobre como tenemos que vestirnos, como tenemos que comportarnos, sobre nuestra sexualidad, etc. Pero como en el caso del diario de hoy, el “loco” está en tu casa o te conoce.
En la mayoría de los casos de violencia y femicidios, las mujeres son golpeadas, violentadas o asesinadas por varones que son o fueron sus esposos, sus novios sus amantes… Según el estudio de La Casa del Encuentro, el 63% de los femicidios fue cometido por un varón que fue o es esposo, compañero, novio, amante de la mujer asesinada (el 37% era la pareja actual y el 26% un ex).
Nadie cuestiona que esto es aberrante y repudiable. Sin embargo, es muy difícil que esa violencia sea identificada como parte de un todo (el patriarcado), cuya manifestación más terrible son las violaciones, los golpes y el femicidio.
Es verdad, se han banalizado muchos debates: pasó con la discusión de los piropos y la frase de Macri (quien conoce mucho a las mujeres y sabe que a todas nos gusta que nos feliciten por el “buen culo”); o se ridiculizan las críticas cuando alguien critica la cosificación de las mujeres y la violencia que transpiran los medios masivos (y quien intenta advertir cualquier vínculo, más de una vez recibirá un “feminista exagerada” como respuesta).
Otro gran problema son los prejuicios, que no permiten ver el verdadero problema, les pasa cotidianamente a las mujeres golpeadas (“Que lo deje y listo”, como si fuera tan fácil) o las mujeres violadas (“Se lo buscó, fijate cómo se viste, es una promiscua”).
Se desvían y distorsionan las discusiones cuando se conduce todo a un terreno donde las mujeres debemos ser protegidas de todo. Y esto, no podemos ser ingenuos, tiene mucho que ver con la conciencia (el “sentido común” de los movimientos sociales, especialmente el feminismo) de que la única forma de combatir la opresión es ampliar los derechos (lo que significa, en la práctica, no cuestionar el sistema que brinda los derechos, en nuestro caso, la democracia burguesa –y bastante degradada–). Y también tiene mucho que ver con esa trampa sin salida de pedirle al Estado, que se alimenta de la opresión y el disciplinamiento de un montón de sectores de la sociedad (empezando por las mujeres, que somos la mitad de la humanidad), que castigue con mayor dureza, que redoble su disciplina.
El problema es profundo, por ende lo es su solución. Y no existe remedio instantáneo, pero hay algo que es seguro: como este Estado representa los intereses de las clases interesadas en mantener el sometimiento de las mujeres, no esperamos de él ninguna solución (aunque sí, y siempre, le exigimos todos los derechos que sabemos nuestros).
Nos queda para el “ahora”, fortalecer la lucha contra la violencia de las mujeres, en sus formas más terribles y en las que parecen menos violentas. Y esto, como ya dijimos muchas veces, no es un “problema de mujeres”…

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola Andrea, te conoci junto a Myriam y Barbeito en San Juan, las acompañe con mi compañera en las marchas. Me parece muy bueno tu articulo, ayuda a reflexionar, aunque no explica como el sistema transmite en esos machos golpeadores y asesinos una subjetividad de omnipotencia sobre la mujer. Estoy pensando un poco en Freud y el problema del poder, de Leon Rozitchner. Aca se dice que el Edipo se resuelve, en definitiva, aceptando la ley del padre muerto, y este paso en falso, conduce a sustituir la libertad natural por el sometimiento social. Esta matriz que surge en el niño despues sera ratificada en las sucesivas instituciones del sistema que tendran que ver con su formacion y educacion. Tendrá algo que ver este déspota alojado en el interior del sujeto adulto con esa conducta irracional? Un abrazo a vos y todas las compañeras de Pan&Rosas.