22/5/12

¿La propaganda soviética les roba a los niños la alegría?

Un fragmento de una entrevista genial (sobre todos por las respuestas a las preguntas delirantes) a Trotsky, cuando Estados Unidos todavía se negaba a reconocer la República de los Soviets. Un/a lector/a demasiado joven o asiduo/a a los noticieros y programas de entrevistas yanquis quizás encuentre en estos periodistas de 1932 algo de los periodistas norteamericanos delirantes de hoy... Hay cosas que nunca cambian o cambian muy poco.
Los desafíos que se plantean para la construcción de una sociedad sin explotación ni opresión son enormes y muy diferentes a los que pensaron las cabezas bolcheviques a partir de 1917... Y (aun truncada por la brutalidad de la burocracia estalinista) esas experiencias y discusiones son sin dudas de las más avanzadas y las que siguen dando hoy materia para la reflexión sobre un tema tan complejo y a la vez cotidiano como es la vida de las personas, liberada de todas las "fuerzas ciegas" que hoy la aplastan...



¿La propaganda soviética les roba a los niños la alegría? 
¿Por qué razón y de qué manera? Los niños soviéticos juegan, cantan, bailan y lloran como todos los demás niños. Hasta los observadores maliciosos admiten la atención desusada que presta el Estado soviético a la niñez. La mortalidad infantil descendió a la mitad de la cifra usual en el antiguo régimen.
Es cierto que a los niños soviéticos no se les habla del pecado original ni del paraíso. En este sentido se podría decir que a los niños se les roba la alegría de la vida después de la muerte. Como no soy un experto en la materia no me atrevo a juzgar la magnitud de la pérdida. Sin embargo, los dolores de esta vida tienen cierta prioridad sobre las alegrías de la vida futura. Si a los niños se les proporciona la cantidad necesaria de calorías la abundancia de sus fuerzas vivas encontrarán razones suficientes para la alegría.
Hace dos años vino mi nieto desde Moscú. Aunque no sabía absolutamente nada de Dios, no pude descubrir tendencias esencialmente pecaminosas en él, salvo la vez en que, con la ayuda de algunos diarios, logró obstruir totalmente las cañerías del lavamanos. Para que pudiera relacionarse con otros niños en Prinkipo tuvimos que enviarlo a un jardín de infantes dirigido por monjas católicas. Las buenas hermanas no hacían más que alabar la moral de mi ateo de casi siete años ahora.
Gracias a este mismo nieto, el año pasado me puse muy al tanto de los libros rusos para niños, tanto de los soviéticos como de los de los emigrados. En ambos hay propaganda. Sin embargo, los libros soviéticos son incomparablemente más frescos, más activos, más llenos de vida. El hombrecito lee y escucha estos libros con el mayor placer. No, la propaganda soviética no le roba la alegría a la niñez.




Fourteen Questions Answered by Leon Trotsky

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