22/8/12

Violencia: el “castigo” siempre llega, y siempre llegará, tarde... (en esta sociedad)


La tentación y el bombardeo constante de pedir al Estado burgués castigos más duros, penas más largas, golpes más fuertes poco tienen ver con nuestros problemas y, en última instancia, aceptar ese solo aspecto del debate nos debilita en perspectiva.
Desde la mañana temprano, los presentadores de noticias se anotaron en una pasmosa competencia disparada por las salidas transitorias del triple asesino de Cipolletti. Es verdad, le dan a uno ganas de estrangular al tipo, a los policías que lo protegen y al juez que lo libera con la justificación de participar en actividades culturales.
La sociedad patriarcal se ha degradado tanto, la “democracia” se está probando tan falsamente democrática, en particular para las clases trabajadoras y populares, que el único ámbito de discusión que se presenta como legítimo para discutir la violencia contra las mujeres es la dureza de las penas y la eficacia de las cárceles de este Estado.
Una vez más los medios nos llevan a una discusión que solo atañe a un aspecto de la violencia contra las mujeres, que es el castigo al agresor. Los medios, los jueces y la policía juegan siempre en el mismo campo que, sugerentemente, es el ámbito por excelencia de revictimización de las mujeres.
Si hay un lugar donde la mujer golpeada, abusada o violentada no encuentra refugio ni respuesta es la justicia de los ricos. En los juzgados y las comisarías las mujeres están solas, obligadas a probar su inocencia (siendo víctimas), desoídas cuando no acusadas y entregadas a sus victimarios. (Todo esto sin contar la violencia administrada por los propios jueces y policías, las redes de trata y prostitución.)
Las leyes y las instituciones de este Estado llevan el hartazgo al punto de la agonía para las mujeres que sufren la violencia. Un ejemplo son las 17 denuncias que hizo la mujer de Bahía Blanca, que debió humillarse públicamente y filmar la golpiza de su exmarido para que algún funcionario escuche su pedido y aleje al agresor de ella y su hijita.
El “castigo” siempre llega, y siempre llegará, tarde porque las leyes e instituciones que juzgan a los agresores son parte del mismo aparato estatal que se alimenta de la opresión de las mujeres, que se apoya en su sometimiento y necesita su sojuzgamiento para subsistir. Sin esta enorme herramienta de disciplinamiento sobre la mitad de la humanidad el capitalismo vería seriamente debilitada su dominación.
Mientras no desafiemos todas las expresiones de la opresión de las mujeres, hasta que no arranquemos la “naturalidad” de las relaciones de sometimiento de los varones sobre las mujeres, vamos a seguir obligadas a discutir leyes insuficientes y castigos ineficaces, en los marcos de un Estado que no tiene nada para ofrecernos.
Exigimos castigo a los agresores pero nuestra carta no es el endurecimiento de las penas; es la lucha contra la opresión, contra todas las opresiones, y por la liberación de la humanidad de todas las formas de explotación y opresión, por lo tanto, la emancipación definitiva de las mujeres.

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