13/2/15

Cincuenta sombras de Grey: el deseo permitido




Para La Izquierda Diario 


Ayer se estrenó la película basada en el libro Cincuenta sombras de Grey, un boom editorial que recorrió el mundo. ¿Liberación sexual o un envoltorio presentable de los deseos femeninos?


Cincuenta sombras de Grey se transformó en una máquina de facturar: libros, película, ropa interior y juguetes eróticos, paquetes de hotel, y un sinfín de productos. Los sex shops de Nueva York vieron crecer sus ventas un 40 por ciento desde la salida del libro, especialmente la venta de bolas chinas (utilizadas en la historia) que se disparó un 500 %, junto con fustas y esposas.
La primera explosión de la novela en 2011 generó críticas de todo tipo: moralistas, positivas, negativas, a favor de la exploración del erotismo femenino o en contra de las prácticas de sadomasoquismo y bondage (o combinaciones variadas). Por ejemplo, en Estados Unidos el Centro Nacional contra la Explotación Sexual impulsa el boicot de la película por considerar que legitima la violencia contra las mujeres, en otros países se impulsan boicots similares. Hubo varias críticas sobre deltratamiento del BDSM,por confundir prácticas sexuales con abuso.
También hubo algunas críticas feministas que señalaron que la historiacelebra la pasividad femenina, en una sociedad plagada de abusos, violencia y donde existe una línea poco visible entre relaciones sexuales consentidas y forzadas (en particular en Estados Unidos, las organizaciones de mujeres y organismos de DDHH denuncian el crecimiento de violaciones en los campus universitarios).
Pero en general, incluso las críticas feministas más conservadoras, señalan uno de los grandes límites de esta literatura erótica “liberadora”: no cuestiona un solo estereotipo del amor romántico y la sexualidad. Los protagonistas son blancos, jóvenes y heterosexuales, mantienen una relación monógama, y Grey es exitoso y millonario. Con estos estereotipos, no solo se habla de las relaciones sino que también se dice quiénes son "deseables".
Existe una idea que recorre los medios de comunicación que dice que con Cincuenta sombras… la sexualidad femenina “salió del clóset”. Sin embargo, muchas visiones críticas se preguntan, con razón, si se trata de liberar el erotismo femenino o simplemente es un envoltorio presentable para los deseos de las mujeres (y un gran negocio), con la condición de que no se desvíe demasiado del modelo patriarcal. Y de alguna forma es así ya que en ningún momento desafía los moldes. Anastasia y Christian son jóvenes y hermosos (es decir, blancos, heterosexuales, de clase media/alta), tienen sexo ardiente, se enamoran y al final (¿spoiler?) se casan y tienen hijos.
La propia autora definió su libro como “mommy porn” (pornografía para mamás, novela romántica con sexo), aunque atravesó grupos etarios, sociales y de todo tipo. Y es cierto que las mujeres no empezaron a leer literatura erótica con este libro, pero ningún libro había transcendido a betseller, más bien siempre fueron libros leídos de forma “clandestina”.Cincuenta sombras… se transformó en un libro aceptable, se lee en los subtes, en los colectivos, se comenta entre amigas y compañeras de trabajo.
Pero las mujeres siempre discutieron su sexualidad, la exploraron y reflexionaron sobre ella. Esa discusión siempre existió, pero siempre fue un tabú para el patriarcado, ya que la negación de la sexualidad femenina, su inexistencia por fuera de los fines reproductivos, es uno de sus pilares. Sumado a eso, la monogamia (la “derrota histórica del sexo femenino”, en palabras de Engels), y el trabajo doméstico excluyeron a las mujeres del mundo de los placeres reservado solo para los hombres.
A diferencia del movimiento de liberación sexual de las décadas de 1960 y 1970, no existe hoy ningún cuestionamiento a la moral (burguesa) que decide qué sexualidad es aceptable y cuál no, tampoco a la sociedad (capitalista) en la que se dan las relaciones sexuales e interpersonales. Ese no cuestionamiento facilita que cualquier “apertura” sea digerida por la moral reinante (burguesa) y resignificada por las ideas de la clase dominante (capitalista).
Así, todo el sexo explícito de Cincuenta sombras…, el erotismo, los orgasmos y el bondage, quedan contenidos en una historia que no escapa a los límites aceptables para la sexualidad heteronormativa (con algunas licencias, porque es 2015, claro). Y, como señalan las sociólogas Cristina Pujol y Meritxell Esquirol, aunque “el relato se focaliza en el placer sexual de la protagonista femenina, intervienen diferencias de género y de distinción social: Grey modela Anastasia según la mirada dominante, hipersexualizándola por el deseo, sofisticándola y aportándole glamour” (La Vanguardia), en otras palabras, convirtiéndola lisa y llanamente en un objeto de placer. Nada más lejano de la liberación sexual.
La escritora española Almudena Grandes dijo en una oportunidad que el boom de Cincuenta sombras… tenía más que ver con un fenómeno de consumo (un mercado hecho a medida para las primeras consumidoras de ficción: las mujeres) que con el “impulso emancipador” que tuvo la literatura erótica escrita por mujeres en la década de 1980. Novelas como Las Edades de Lulú (Almudena Grandes) o la poesía de la nicaragüense Gioconda Belli, poco tienen que ver con las fustas y las cadenas de Cincuenta sombras… pero son testigos claros del paso de la revolución sexual.
En esa literatura erótica, las mujeres son sujetos de la sexualidad, la experiencia misma ponía en cuestión su lugar “natural” como reproductoras de la vida, la monogamia, la heterosexualidad obligatoria, incluso el amor romántico, dando lugar a relaciones basadas en el respeto mutuo y el placer.
El boom actual ha dejado de lado esos cuestionamientos, y ha reducido la búsqueda del placer al cuerpo y la experimentación física. Vale la pena, al menos, preguntarse sobre estos límites y la “herencia” que han dejado los años de feminismo posmoderno y performatividad, que también transformaron el cuerpo en su último (y casi exclusivo) campo de batalla, durante las décadas de neoliberalismo y restauración conservadora.
Uno de los ingredientes de la fórmula del éxito (además del sexo y el romance) de Cincuenta sombras… es que cualquiera puede hacerlo. Las amas de casa, las profesionales, las jóvenes, las viejas, todas pueden ser Anastasia. El problema es que Anastasia, a fin de cuentas, no es más que otra chica esperando a su príncipe azul moderno, que la ha moldeado a su gusto.

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