20/1/15

Siéntese, compañero: la huelga contra General Motors de 1936

Para La Izquierda Diario


El 30 de diciembre de 1936 estalló la huelga en la General Motors y autopartes de Flint (Michigan, Estados Unidos). Por primera vez, un sindicato combativo decide enfrentar a la empresa que parecía invencible. Sentadas, ocupaciones, reuniones clandestinas y tácticas militares para enfrentar a la Policía.


¿Feliz año nuevo? Empieza la huelga
Un dicho popular decía: “Una vez que atravesás las puertas de la General Motors, olvidate de la constitución de Estados Unidos”. Flint era una company town, una ciudad donde todo era propiedad de la empresa. Si General Motors paraba, se paraba todo. La empresa estaba acostumbrada a la complicidad de la burocracia sindical y los funcionarios.
En la ciudad de Flint había 45 mil obreros automotrices, pero solo 122 estaban afiliados a la joven UAW (sindicato de obreros automotrices). La UAW quería establecer la negociación colectiva en el gremio, eran clasistas, combativos, y aunque era un sindicato minoritario cuando empezó la lucha, no cedió ante la empresa.
El 30 de diciembre se hizo la primera sentada en la planta Fisher Body número uno de General Motors. El turno noche dejó de trabajar, se encerró en la fábrica y empezó la ocupación. El método que utilizaban era la sentada (huelga de brazos de caídos pero con el control de la fábrica).
El método más utilizado hasta ese momento en Estados Unidos eran los piquetes, pero los empresarios contrataban carneros y los piquetes no siempre eran efectivos. Esta vez los trabajadores se encerraron en la fábrica. Con la sentada, aunque dependían de la ayuda externa para subsistir, la huelga se transformaba en un centro de resistencia contra la empresa que controlaba la ciudad, el gobierno, la Justicia y la policía.
Uno de los principales diarios, el Flint Journal, vocero de General Motors, asustaba con titulares sensacionalistas que advertían la “invasión de los rusos”. En las escuelas se hacían trabajos con el título “Por qué la huelga es equivocada”, muchas veces hijos e hijas de los obreros eran obligados a escribirlos. Algo parecido sucedía en las iglesias y en los tribunales. Esto no impidió las iniciativas del sindicato y los partidos de izquierda que acompañaban y alentaban la huelga. Crecía la resistencia de los trabajadores.
Batallas fabriles
Pasó el año nuevo, los primeros días de enero, y los obreros seguían firmes. El gobernador demócrata Frank Murphy intentó, infructuosamente, desalojar las plantas con la policía estatal. Intentaron desalojarlos con la orden de un juez. El sindicato hizo su propia investigación, buscando cómo cuestionar la orden, y descubre que el juez es accionista de General Motors. Así lo inhabilitaron y los trabajadores ganaron su primera batalla legal.
La huelga se extendió durante todo enero de 1937. Adentro de las plantas, los obreros instalaban “salas de estar” con los asientos de los futuros automóviles y organizaban salas de lectura y discusión con todos los diarios, periódicos de izquierda y libros de historia. Se estableció una organización interna que permitió desarrollar la huelga: intendentes, encargados de comunicación, logística, un mundo propio dentro de la fábrica.
A medida que pasaban los días, los piquetes contra los carneros y la policía se hacían masivos: hombres, mujeres, niños y niñas se apostaban en las entradas día y noche. Para evitar ser acusadas de portación de armas, las mujeres de la Brigada Auxiliar de Mujeresllevaban en sus bolsillos una barra de jabón y una media, para responder las provocaciones de rompehuelgas y matones.
El primer ataque serio de la policía fue el 11 de enero en la planta Fisher Body número 2. Planeaban ahogar a los obreros con gas lacrimógeno para obligar la salida. Desde adentro, abrieron las mangueras contra incendios y apuntaron contra la Policía, mientras les arrojaban piezas de automóvil. Desde afuera, las mujeres de la Brigada de Emergencia rompía los vidrios de las ventanas de la fábrica para que entrara el aire.
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La Brigada de Emergencia de Flint, 1936/1937,
Catorce obreros resultaron heridos de bala. La policía hizo varios intentos pero después de seis horas de resistencia, se retiró. Después de esa victoria, bautizada como la batalla donde “hicimos correr a los policías”, la empresa quería que el gobernador usara la Guardia Nacional (similar a la Gendarmería) para desalojar a los huelguistas.
La participación de las mujeres en los enfrentamientos era clave, en palabras de un huelguista: “En las principales batallas de la huelga, las mujeres jugaron un rol clave en el éxito del sindicato... Dejaron todo en los piquetes, desafiando a General Motors a pasar por encima de ellas”.
Momento decisivo
Terminaba enero de 1937 y la huelga estaba en un punto muerto. Nadie cedía. Había que dar un golpe decisivo. En la planta número 4 estaba el corazón de la fábrica: la planta de ensamblaje que, a pesar de haber reducido drásticamente su producción, seguía funcionando con rompehuelgas.
El ala izquierda del sindicato propuso la toma de la planta 4. Hubo varias discusiones, pero finalmente, se votó y el sindicato discutió en una reunión pública marchar a la planta 9, para que los espías comunicaran la acción a la policía.
El 1 de febrero miles de trabajadores marcharon a la planta 9 a enfrentarse con la policía que los esperaba en la puerta. Entraron y la Policía los siguió arrojando gases lacrimógenos; los huelguistas respondieron con todo lo que tenían a mano. Afuera se llevaba a cabo una batalla campal, las mujeres de la Brigada habían ido preparadas: llevaban palos y rompieron todos los vidrios para que saliera el gas lacrimógeno.
Mientras tanto, otro grupo de obreros y mujeres entraban en la planta 4. Ni bien llegaron se enfrentaron con los carneros y la seguridad. La Brigada se puso a discutir con los policías: “¿Qué harías si fuera tu esposa la que está acá?, ¿no querrías que te defendiera?”. Se formaron piquetes y barricadas, se oían gritos “Defender el fuerte”, “Sobre nuestros cadáveres”.
Al día siguiente un juez ordenó el desalojo, las zonas que no controlaban los obreros, eran controladas por la Guardia Nacional. Las cartas estaban echadas, el sindicato reunió todos los refuerzos posibles, y comenzaron a llegar los contingentes obreros de todo el país. Se acercaba la definición.
El 11 de febrero de 1937 la empresa acordó con el sindicato, y aceptó por primera vez el derecho de negociar colectivamente, el reconocimiento de la UAW como interlocutor para negociar salarios y condiciones laborales. A partir de ese momento General Motors debería contratar sólo trabajadores sindicalizados en sus 17 plantas y recontratar a todos los huelguistas sin represalias. La UAW pasó de 30 mil a 500 mil afiliados en todo el país. El triunfo de los métodos combativos contra General Motors desató una ola de huelgas en fábricas, talleres y comercios, que dejaron su propia huella.

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