Para La Izquierda Diario
Es verdad que cada vez son más los medios de comunicación que se
ven obligados a guardar como trastos viejos las burdas representaciones de la
“mujer del hogar” y “la madre” (aunque no del todo). Pero, ¿se traduce esto en
una representación más progresiva de la imagen de las mujeres.
En la mayoría de los casos, la vida de las mujeres se reduce a
preocupaciones cotidianas (los malabares entre el trabajo, la casa y mantenerse
“lindas”), el cuidado de la familia y el marido (o la preocupación por
tenerlos). “Las dudas más frecuentas sobre el gym” (Ohlalá) o “La lencería de
‘50 sombras de Grey’ ya está a la venta” (Infobae), son dos títulos que aparecen
en portales elegidos al azar.
En los últimos años, aunque más no sea por sensatez comercial,
varios medios abrieron la posibilidad de hablar de la sexualidad femenina.
Parece ridículo, pero en 2014 los espacios en los medios donde se habla del
tema son más la excepción que la regla.
No podemos contar como ejemplos aquellos espacios donde la mujer
es solo un objeto sexual pasible de fantasías (en lo posible heterosexuales),
erotismo y burlas. Eso es lo que sobra: desde el ojo trillado de Showmatch, que
celebra hasta el hartazgo la cosificación de las mujeres, pasando por la
banalización y ridiculización de toda sexualidad o identidad que no acate las
normas patriarcales, hasta la publicidad machista.
Quizás subidos al boom comercial de Cincuenta sombras de Grey, que
“descubrió” que las mujeres tienen deseos y fantasías sexuales (con todos los
límites de ese hallazgo), muchas secciones y suplementos femeninos se poblaron
de “orgasmos” y “punto G”.
Después de medio siglo de lucha femenina por la liberación sexual,
se reconoce a la mitad del mundo el derecho a la sexualidad. Pero se mantiene
una regla de hierro. La sexualidad femenina existe, sí, pero demarcada por el
placer masculino heterosexual, cuando no limitada por el fin último de la
reproducción.
Por ejemplo, si recorremos “Entremujeres” de Clarín es más
probable que leamos “Lo que ellos más disfrutan en la cama” o “‘Ver a dos
mujeres juntas’: ¿la fantasía de todo hombre?”, que sobre los deseos de las
mujeres, y mucho menos probable es que leamos sobre los deseos de las mujeres
que no se enmarcan en la norma heterosexual obligatoria.
La vida y los problemas reales de las mujeres quedan reducidos a
suplementos y debates académicos de menor circulación, a menudo incapaces de
enfrentar la embestida de los “tanques” mediáticos (por acción u omisión). Las
condiciones de vida, la discriminación, la represión sexual, la posibilidad de
elegir la maternidad o interrumpir el embarazo, ni hablar de los deseos y la
sexualidad no heterosexuales… todo queda prolijamente guardado. De eso casi no
se habla.
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