25/10/14

El feminismo de la esposa buena

Para La Izquierda Diario




La sexta temporada de The Good Wife, transmitida en Argentina por Universal Channel, llega después del giro que le puso un broche trágico a la historia de Alicia Florrick y sus colegas de Lockhard Gardner.


El drama ambientado en un estudio de abogados de Chicago tuvo su tímido debut en 2009 cuando Julianna Margulies estrenó su grandiosa Alicia Florrick, una mujer de más de 40 que tuvo que volver al ruedo, luego de años de vida doméstica.

En los inicios, vimos a Alicia sostener la mano de su marido, el fiscal general con una prominente carrera política, mientras éste reconocía ante las cámaras su participación en un escándalo de corrupción, al mismo tiempo que se difundían videos donde se lo veía con prostitutas.

Como en otras oportunidades, la realidad inspiró la ficción. La serie basa su argumento central en el escándalo protagonizado por el gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, que en 2008 (un año después de asumir su cargo), se vio obligado a presentar la renuncia, cuando salió a la luz que había contratado los servicios de una prostituta (también se investigó si había utilizado dinero público). La imagen que abrió la primera temporada, emuló esa conferencia de prensa “de la vergüenza”.

Con su marido preso, Alicia, una abogada graduada con honores que nunca ha ejercido el derecho para cuidar a sus hijos y dedicarse a su esposo, cambia radicalmente su horizonte. El resto es la historia de las cinco temporadas que transformaron a The Good Wife en una de las series más vistas del prime time en Estados Unidos.

Los escándalos políticos, las campañas electorales, la corrupción, el fraude y las maniobras de gobernadores, fiscales y jueces, sus relaciones con la mafia y el narcotráfico, componen el cóctel exitoso de The Good Wife.

Pero uno de los pilares del éxito de la serie fue el pasaje de Alicia de ama de casa callada y dedicada a mujer independiente, profesional y exitosa. La serie dio un paso más cuando Alicia, aunque amaga y todo parece llevarla a hacerlo, no solo no “perdona” a su ex marido, sino que se separa de él, e inicia una relación no formal con Will Gardner, un enfant terrible del derecho corporativo, lo más lejano a un “príncipe azul”. Y aunque Will está perdidamente enamorado, ella nunca accede a tener con él una relación estable (por buenos y malos motivos).

Alicia no acepta las presiones de su ex marido, devenido gobernador de Illinois, ni de su jefe de gabinete que solo quieren que ella vuelva a ser la “buena esposa” que solía ser (y de la que todos se beneficiaban, política y económicamente, por su imagen tan cara a los valores conservadores y la hipocresía liberal).

La sexta temporada encuentra a Alicia iniciando una nueva firma de abogados, porque Lockhard Gardner (antes incluso del final fatídico) se estaba transformando en un “monstruo corporativo” (con esto Alicia vuelve a escapar del destino de los personajes femeninos, que resignan todo “por amor”, incluso dejando atrás a Will, el destinatario de todas sus fantasías). Cuando todo parece indicar que el futuro de Alicia está encaminado, la política vuelve a cruzarse en su camino.

En la oficina del gobernador se empieza rumorear la posible candidatura de Alicia como fiscal general de Illinois. Una encuesta encargada por el jefe de gabinete la muestra por encima de todos los candidatos, incluso de Castro, el fiscal actual, símbolo de corrupción, que inventa causas donde caen perejiles y se protegen a los grandes narcotraficantes y sus relaciones con funcionarios, jueces y policías (vínculos explorados en temporadas anteriores).

Pero la mayor sorpresa llega con las figuras que intentan convencer a Alicia de candidatearse, como la aparición de Gloria Steinmen en un acto de campaña, donde la histórica feminista intenta convencerla (y empieza a tentarla con un futuro político). Steinmen no fue la única (y dicen que no será la última); en un capítulo anterior apareció la asesora del presidente Barack Obama, Valerie Jarrett.

Lo singular de la aparición de Steinment, además de lo que significa su figura en sí misma, es el perfil feminista explícito que intentan darle a la campaña de Alicia, una atea confesa y defensora del derecho al aborto. La realidad y la política, siempre dispuestas a permear los productos culturales, vuelven a colarse incluso en series que se adentran en el mundo de la élite política y económica, en este caso de la ciudad de Chicago.

Alicia es una figura atractiva en las encuestas porque no es política, “porque la gente odia a los políticos”, como bien señalan en el gabinete del gobernador. Y es atractiva sobre todo porque expone un perfil que supera los estereotipos que empujan a los personajes femeninos exitosos a ser siempre esposas buenas, y rara vez desafiar los mandatos que pesan sobre las mujeres. Más cuando, en general, los desafíos suelen ser más un traspié que una vía para el éxito, como lo es para Alicia.

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