5/10/13

Reseña de FORTUNES OF FEMINISM (Ideas de Izquierda)

Recientemente publicado en inglés, el nuevo libro de la filósofa y socióloga estadounidense Nancy Fraser, recorre los debates que atravesaron el movimiento feminista desde los años ‘70 hasta la actualidad. Durante esos años se desarrollará lo que la autora define como un “giro enorme en el imaginario feminista: mientras la generación previa [la de los años ‘70, NR] había buscado rehacer la economía política, esta se centró en transformar la cultura” (p. 4).

La teórica feminista ha trabajado alrededor de la idea de la justicia como un concepto múltiple, que incluye la esfera de la distribución de recursos, el reconocimiento y la representación. Sin definirse marxista, Fraser ha mantenido un diálogo con el marxismo, especialmente con las feministas socialistas, por su comprensión de la opresión como un fenómeno de dos dimensiones, económico y político. Desde este punto de vista comparte con las marxistas la necesidad de criticar el capitalismo como única forma de cuestionar el patriarcado hoy, por sus múltiples interacciones. En uno de sus debates con las feministas de la diferencia, Fraser apunta: “Analizo el sexismo como una forma de subordinación de dos dimensiones, enraizado simultáneamente en la economía política y el orden de status de la sociedad capitalista” (p. 11).

El libro reúne los ensayos de Fraser en tres partes organizadas de acuerdo con los ejes de los principales debates que recorrieron el movimiento feminista en sus diferentes alas durante estas cuatro décadas. El ensayo que introduce el libro, breve aunque cargado de definiciones, guía la lectura que nos propone la autora alrededor de lo que denomina un “drama en tres actos”. Así, Fraser presenta sus trabajos, en los que se destaca su crítica certera al desarrollo teórico de las corrientes feministas que se alejaron del horizonte de la emancipación y divorciaron su lucha de todos aquellos que sufren la opresión. Estas corrientes, señala Fraser –y coincidimos con ella–, no han sabido responder el desafío que plantea una sociedad que, por un lado, amplía los derechos de algunos sectores y, por otro, agudiza los agravios que sufren las mayorías.

Pero es necesario señalar que en la ecuación política que nos propone Fraser se encuentra quizás su punto más débil. Más allá de sus aspiraciones de refundar un feminismo radical, y sus críticas acertadas a las “femócratas” que se integraron a la elite de los Estados capitalistas y las posmodernas que buscan el reconocimiento individual a la sombra del capitalismo, la política de Fraser no va más allá de una redistribución más justa: “…Superar la subordinación de género, sostengo, requiere la combinación de una política feminista de reconocimiento con una política de la redistribución” (p. 11).

Los tres actos del “drama” que nos presenta Fraser son: el movimiento feminista de la segunda ola1, surgido junto a la Nueva Izquierda y la movilización de la juventud a nivel internacional; el segundo representa el alejamiento de las calles y la oscuridad posmoderna que renunció a la emancipación para “reconocerse en la diferencia”; y el tercero, en curso, donde la crisis capitalista vuelve a plantear nuevos desafíos para el movimiento feminista. Los escritos de la primera parte, centrados en el feminismo de la segunda ola (primer acto), apuntan los aciertos de la crítica feminista, surgida en un contexto radicalizado, que apuntaba contra el paternalismo del Estado de bienestar (planteando las exclusiones basadas en el género, la raza y la clase). Pero también señala los primeros giros de la segunda ola: “pasaron de la crítica de la distribución de clase a la injusticia de género concebida de forma amplia” (p. 9).

La segunda parte agrupa los mejores trabajos de Fraser, que incluyen una extensa crítica a la institucionalización de un sector de las feministas, la respuesta impotente de las posmodernas, y en general el giro hacia la política de la identidad en un contexto de retroceso de las luchas sociales y avance del neoliberalismo, e identifica una “coincidencia entre el ascenso de la política de identidad con el revival del fundamentalismo de libre mercado” (p. 9). Uno de los principales ejes de esta parte es la polémica con Judith Butler (emblema de las feministas posmodernas), pero en general recorre las discusiones con la tendencia de la época que ella define como la del “divorcio del reconocimiento de la redistribución en la teoría y la política feministas” (p. 10). O, en otras palabras, el abandono de la lucha social y política por la crítica exclusiva en el terreno cultural, aceptando de hecho los marcos del capitalismo como el único posible para realizar no ya la emancipación de las mujeres sino una realización individual.
En su diálogo polémico con Judith Butler, en respuesta al planteo butleriano sobre el carácter revolucionario per se de las luchas LGTB, señala: “Las formas de regulación sexual del capitalismo tardío están ligadas solo indirectamente a los mecanismos de la acumulación de plusvalía. Por lo tanto, las luchas contra el no-reconocimiento heterosexista no amenazan directamente al capitalismo, sino que deben aliarse a otras luchas (anticapitalistas)” (p. 12). Fraser en ningún momento niega el valor de algunas de las críticas planteadas por las feministas de la diferencia, sin embargo sí cuestiona el hecho de haberlas transformado en una perspectiva (anti)política que borra cualquier horizonte de crítica al orden social capitalista.

En la última parte, Fraser desarrolla las conclusiones que, según su punto de vista, son vitales para la nueva generación feminista que debería volver a plantearse una perspectiva teórica que incluya: “las preocupaciones económicas del primer acto, sin dejar de lado las percepciones ‘culturales’ del segundo acto” (p. 5). La necesidad central para un movimiento feminista hoy es, para Fraser: “un marco de género que permita comprender el carácter fundamental de la crisis, así como las perspectivas para una resolución emancipadora” (p. 12).

Lo más interesante de la compilación es la lectura desde la actualidad signada por la crisis capitalista en curso, que cierra para Fraser las posibilidades de desarrollo de las corrientes del pensamiento feminista que florecieron en los años dorados del neoliberalismo. Como nos preguntábamos en el segundo númeroIdeas de Izquierda: “Hoy, cuando asistimos a la emergencia de un nuevo período de crisis económica, social y política, ¿cómo hacer que la ‘ampliación de derechos’ conquistada no cristalice como estrategia última de integración, sino que se transforme en punto de apoyo para una lucha radical por la emancipación de las más amplias masas femeninas?”2. Las peleas de nuestra época vuelven a poner en el centro los debates que recorrieron el movimiento feminista las últimas décadas, y plantean una vez más el dilema de cuál es el terreno de combate, los métodos y los aliados para conquistar la emancipación de las mujeres.


NOTAS

1. Se denomina segunda ola al movimiento feminista de fines de los años ‘60 y comienzos de los ’70. Este movimiento fue precedido a principios del siglo XX por la primera ola, como se conocen las luchas por el sufragio femenino y los derechos democráticos básicos, de los que estaban privados por ley las mujeres.

2. A. D’Atri y L. Lif, “La emancipación de las mujeres en tiempos de crisis mundial (II)”, Ideas de Izquierda 2, agosto de 2013.

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