16/8/13

La misoginia, esa cara amiga de la política (patronal)


Nadie menos interesada que yo en defender los derechos de CFK. Pero cada vez que se machaca sobre un prejuicio machista, y hasta las mujeres son agentes de la misoginia, y sea CFK el blanco de la “crítica”, en esa discusión perdemos las mujeres de conjunto. 
Las declaraciones de Hilda Chiche Duhalde el 15/08 sobre la respuesta CFK a las críticas que recibió por su discurso del 14/08, se dan en el marco de la pelea que atraviesa el PJ luego del revés electoral del kirchnerismo en las elecciones primarias del 11/8.
Chiche Duhalde dijo: “El ejemplo de Cristina es un ejemplo malo para la participación de la mujer en la política”. Lejos, muy lejos, del contexto de la lucha intestina del peronismo, esta frase podría pronunciarla casi cualquier mujer que pelea por sus derechos en su escuela, su barrio o su lugar de trabajo…. Por motivos absolutamente opuestos a los de Chiche Duhalde.
CFK “es un ejemplo malo para la participación de la mujer en la política” para quienes defendemos el derecho de las mujeres a decidir qué hacer con nuestro cuerpo, que exigimos derecho al aborto legal, seguro y gratuito.
CFK “es un ejemplo malo para la participación de la mujer en la política” para quienes peleamos junto a las trabajadoras por todos sus derechos.
CFK “es un ejemplo malo para la participación de la mujer en la política” para quienes peleamos contra el trabajo precario, donde las mujeres somos mayoría.
CFK “es un ejemplo malo para la participación de la mujer en la política” para muchas mujeres, pero no por ser mujer sino por su política. Porque defiende los intereses de los empresarios, de los que “la juntan en pala”, que no son los nuestros, de la mayoría de las mujeres.
Porque mantiene a rajatabla su promesa de no despenalizar el aborto, porque garantiza con la impunidad y el silencio cómplice del Estado el funcionamiento de las redes de trata, que mantiene secuestradas a cientos de mujeres (*).
Porque mantiene su pacto con la institución más misógina, homofóbica y retrógrada de la historia, la Iglesia Católica (hoy encabezada por Bergoglio en el Vaticano), y mantiene en Argentina sus propiedades y sus sueldos pagados por el pueblo trabajador.
En definitiva, porque defiende los intereses de una clase que se aprovecha de la opresión de las mujeres, y así lo ha hecho a lo largo de su historia. Porque si hay algo a lo que le temen los capitalistas y sus políticos, sean varones o mujeres, es al cuestionamiento de los prejuicios que sostienen y refuerzan este orden social. (Y si hay un servicio que han prestado los prejuicios patriarcales al capitalismo es el disciplinamiento de las mujeres y la división de las filas de los explotados y oprimidos por género, por elección sexual, por religión o raza.)

CFK no necesita que la defendamos de ningún ataque, que más temprano que tarde el gobierno nacional aprovechará para sus objetivos que nada tienen que ver con los nuestros. Nos oponemos a todos los prejuicios que justifican todos los días la opresión de la mitad de la humanidad. Cada vez que una mujer es tratada como un ser inferior, dominado por sus emociones, el prejuicio machista es abonado y reforzado. No defendemos a Cristina Fernández, nos pronunciamos contra los misóginos y los reaccionarios, aun cuando la “atacada” sea la presidenta.
A CFK poco le importará lo que piense Chiche Duhalde, y en definitiva no está en discusión la política del gobierno nacional sino el hecho de que la presidenta es presa de sus emociones e incapaz de tomar decisiones racionales. Pero ninguno de políticos (o políticas) patronales buscan ir a la discusión de fondo porque, con diferentes ribetes y discursos, todos defienden los intereses de la misma clase (“los que la juntan en pala”). La acusación de que CFK “se maneja más por su lóbulo emocional que el racional” es un prejuicio que se aplica contra todas nosotras y se sostiene cotidianamente en casa, en la escuela, en la oficina y en la fábrica.
Las huestes de CFK se van a rasgar las vestiduras durante algunas semanas porque Chiche “nos manda a lavar los platos”, y aprovecharán la misoginia duhaldista para opacar las miserias propias. Y no será difícil porque todo el arco político repudia las declaraciones de Hilda Duhalde. Hasta los más chupacirios y reaccionarios posarán de modernos y dirán que Chiche se quedó en la historia. Y todo es verdad, ¿a quién le importa?, mientras no esté en discusión lo central, esto es, las políticas que todos los días afectan la vida de las mujeres.
Esta es una excelente oportunidad para que los reaccionarios del PRO hablen de los avances que logramos las mujeres, mientras obstaculizaron con todas sus fuerzas el protocolo del aborto no punible en la ciudad de Buenos Aires.
Y las y los diputados del Frente para la Victoria dirán que Chiche atrasa cien años, mientras la presidenta se abraza con el Papa y “atrasa cien años” impidiendo que las mujeres decidamos si queremos tener hijos o no. Esas mismas diputadas que hoy agitan la bandera feminista son las que obedecieron todos los llamados al orden de la propia CFK de no bajar a discutir el derecho al aborto en cada oportunidad en la que tuvieron mayoría parlamentaria. Desde el fondo del salón alguien gritará “Matrimonio igualitario, ley de identidad de género”. Pero no van a convencernos de que la ampliación de algunos derechos es el techo de nuestras demandas. Tomamos lo que nos corresponde por derecho propio, con la certeza de que cualquier dádiva del gobierno de turno será atacada desde el primer momento. Defendemos lo conquistado, fortalecemos nuestra lucha, pero no aceptamos la imposición de ningún techo. Nuestra pelea va mucho más allá…

(*) Y acá me permito un largo paréntesis sobre el intendente de Salvador Mazza en Salta, Carlos Villalba, que fue detenido en el medio de un operativo en los prostíbulos de la capital salteña. Si hacía falta más confirmación de que las redes de trata son apañadas, vigiladas, incluso administradas, por los propios funcionarios, jueces y policías, acá tienen una. Y es algo de lo que ni CFK ni Chiche Duhalde quieren hablar, porque bajo todos los gobiernos las redes de trata y prostitución no han hecho sino crecer bajo el amparo de la impunidad garantizada por los gobiernos nacional y provinciales. Y el mensaje de impunidad que significó la absolución de los secuestradores de Marita Verón solamente respalda a funcionarios como Villalba.

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