4/11/10

giro conserva en eeuu

[laverdadobrera]



El importante triunfo republicano muestra, más que la fortaleza de este partido, un gran revés político para el gobierno de Barack Obama. La Casa Blanca esperaba el “voto castigo” de la población, que sufre las consecuencias de la crisis económica más importante desde la recesión de 1930. Los republicanos tienen ahora la mayoría de la Cámara de representantes, que era controlada por los demócratas desde las elecciones de medio término (ver recuadro) de 2006, después de 12 años de mayoría republicana. A pesar de no haber llegado a su objetivo de controlar también el Senado, estas elecciones dejan un parlamento más conservador para la segunda parte del mandato de Obama.

El día después

Aunque muchas elecciones de medio término suelen cambiar el signo político del parlamento hacia la oposición al gobierno de turno, son muchos los que consideran que la Casa Blanca y el propio Obama deben tomar esta elección como un llamado de atención sobre el estado de ánimo de la gente. Cuando todavía no pasaron dos años desde la victoria de Obama en 2008, su política frente a la peor crisis económica y una desocupación que no puede alejarse del 10% oficial han erosionado rápidamente el capital político del presidente.

Aunque Obama llamó hasta último momento a votar contra “las políticas que provocaron la crisis”, una gran porción de la población (el 51% según una encuesta preelectoral del diario New York Times) no apoya la política del gobierno y opina que no ha sabido manejar la crisis.

El escandaloso y multimillonario rescate de Wall Street desató el enojo y la decepción en amplios sectores –incluso los que habían votado a Obama-. Millones perdieron su trabajo y su casa mientras el gobierno salvaba grandes empresas como General Motors, que a cambio impuso peores condiciones laborales y salarios a sus trabajadores y de las demás automotrices (con la inestimable ayuda de la burocracia sindical).

En un panorama económico incierto para las mayorías obreras y populares enormemente endeudadas, los sectores más reaccionarios de la derecha republicana comenzaron a avivar los peores fantasmas, apuntaron contra el gasto social como responsable del déficit y culparon por la desocupación al sector más golpeado de la clase trabajadora: los y las inmigrantes sin papeles. Así alimentaron el cóctel conservador que hoy se expresa en el Tea Party (ver recuadro), que terminó siendo uno de los principales actores de las últimas elecciones.

Una derrota demócrata más que un triunfo republicano

Aunque el triunfo republicano estuvo definitivamente alimentado por el Tea Party, que simbolizó la bronca con el gobierno, la llegada de este movimiento ultraconservador no augura tranquilidad en la bancada republicana.

La carrera electoral estuvo marcada por el desencanto con Washington y la elite política, esto incluye tanto a demócratas como a republicanos. Así lo ven incluso diarios influyentes como el Wall Street Journal, que advertía contra el festejo desmedido de los republicanos: “...es un rechazo a la elite política de ambos partidos que ha perdido contacto con la gente a la que supuestamente deben servir. Según nuestra encuesta, el 51% ahora ve a los demócratas como el partido del “gobierno grande” [gasto público], y casi la misma cantidad ve a los republicanos como el partido de las grandes empresas. Eso no deja ningún partido que represente a los estadounidenses” (1/11). Así alertan los analistas burgueses sobre el descontento de millones, que hoy votaron a los republicanos con un claro mensaje de “voto castigo” a los demócratas y no como apoyo a su programa. Más allá de este “voto castigo”, se puso en cuestión el propio sistema bipartidista.

Té para hoy, internas para mañana

Esto es lo que explica en parte el importante apoyo a muchos candidatos del Tea Party, que enarbolan la bandera “antiestablishment” aunque en clave reaccionaria. Muchos votos que terminaron en estos candidatos expresaron la bronca contra Washington, aunque muestran también un giro conservador, con el telón de fondo de la decadencia del poderío imperialista de Estados Unidos, que atraviesa una de las peores crisis económicas desde 1930. El surgimiento del Tea Party se enmarca en esta crisis de la hegemonía imperialista, y se da como una especie de “reverso” por derecha de las expectativas de una salida reformista de la mano de Obama, que motorizaron la campaña demócrata de 2008.

La llegada del Tea Party a las huestes republicanas muestra ante todo la exigencia de un sector del partido de ir más a derecha, contra el ala más “moderada”. Por eso, el triunfo de los candidatos del Tea Party como Marco Rubio (senador, Florida) o Rand Paul (senador, Kentucky), pronostican choques internos. Estos roces ya se vieron antes de las elecciones: entre quienes apoyaron el crecimiento del Tea Party y quienes, al contrario, veían que esta apuesta podía resultar demasiado costosa para el establishment republicano. Una muestra fue la interna republicana de Delaware donde la ignota Christine O’Donnell (apoyada por Sarah Palin) le ganó al “moderado” Michael Castle (respaldado por el establishment del partido) y terminó sacrificando la posibilidad de ganar una banca en el Senado.

La candidatura y fracaso de Christine O’Donnell grafican de alguna manera la paradoja que representa el Tea Party para los republicanos. Por un lado, significó un impulso para la campaña de la derecha, organizó y canalizó la bronca como se vio en la masiva marcha en Washington; pero, por otro, se ubica bastante más a la derecha que el estadounidense promedio. Aunque engloba muchas “causas” conservadoras, como la oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo o el derecho al aborto y la lucha por la defensa de los “valores americanos” contra los inmigrantes, son muchos los que no comparten el ecléctico programa conservador del Tea Party. Este movimiento sin estructura clara ni dirección oficial suma a segregacionistas, aislacionistas, xenófobos, fundamentalistas cristianos y opositores a la masturbación como O’Donnell, entre otros grupos y organizaciones derechistas.

Escenarios

El escenario postelectoral se ha complicado para el gobierno de Obama, que se verá obligado a buscar muchas más vías de consenso con los republicanos. El mensaje de Obama del 3/11 plagado de “consenso”, “entendimiento” y un aire de “acuse de recibo” del mensaje de decepción frente a la crisis, así parecen demostrarlo. Esto es algo por lo que muchos opositores, demócratas y republicanos, ya venían presionando. A esto se suma el declarado objetivo del probable Vocero de la Cámara de Representantes republicano, John Boehner, de que Obama sea “un presidente de un solo mandato” (en EE.UU. es muy común que los presidente tengan dos mandatos). Muchos republicanos se han propuesto bloquear todas y cada una de las medidas que proponga la Casa Blanca. Boehner dijo también que se dispone a dar marcha atrás en la tibia reforma de Salud y que no habrá compromiso, salvo que Obama “cambie el curso”.

Sin embargo, Boehner no es la única voz de su partido. Ante la variante del bloqueo total, el establishment republicano tiene claro que pagará el costo por una eventual parálisis parlamentaria en las próximas elecciones presidenciales. Por eso, buscará algún tipo de cooperación pero es claro que se encuentran en una mejor situación para poner condiciones.

A este complejo panorama se suman los senadores y diputados de “alta volatilidad” del Tea Party. Muchos de ellos con posiciones ultraconservadoras pueden transformarse en última instancia en una traba también para los republicanos y sus planes electorales para 2012. Es demasiado pronto para saber cuál será la dinámica del nuevo congreso, pero lo que es seguro es que la Casa Blanca ha sumado un nuevo frente interno. Aunque esta derrota no afecte directamente la política externa ciertamente debilita la figura de Obama y abre interrogantes en el plano exterior, donde Estados Unidos sigue muy comprometido en varios escenarios complicados como Irak y en Afganistán, o en la “guerra monetaria” con China (ver La Verdad Obrera Nº 395), por solo mencionar algunos de los problemas más importantes.

Lamentablemente en esta campaña no existió del lado de los trabajadores y la juventud una alternativa para responder a la derecha conservadora.

La juventud, la comunidad latina y afroamericana, las mujeres y trabajadores que apoyaron el “cambio” de Obama vieron chocar sus expectativas contra la verdadera política del gobierno demócrata: salvataje a los bancos y empresas, desocupación y la continuidad de la guerra. Sin alternativa para hacer frente a los despidos, las ejecuciones hipotecarias, la brutalidad policial que continúa (como el asesinato del jornalero guatemalteco Manuel Jamines en California), las deportaciones de inmigrantes (este gobierno ya deportó más gente que Bush), muchos optaron por el “voto castigo” y otros, en su mayoría jóvenes, afroamericanos y latinos, no fueron a votar. Las elecciones han cambiado el tablero político, pero volvieron a poner sobre la mesa la necesidad de construir una alternativa obrera independiente de los dos partidos de la burguesía imperialista.

No hay comentarios.: