3/12/08

¡Sí, se puede!


El Pan y Rosas en Papel Nº 8 dedicado a las mujeres que se organizan y empiezan a dar respuesta a la crisis...

(Acá abajo la pequeña colaboración con el suple de Pan y Rosas)

¡Alguien tiene que ser la primera!


En el siglo XXI la participación de las mujeres en los sindicatos sigue siendo un tema de discusión y, aunque todavía persisten fuertes prejuicios, desde el nacimiento mismo de la clase obrera las mujeres estuvieron presentes en los momentos decisivos. No importa si la huelga era de obreras textiles o camioneros, en el norte o en el sur, siempre fueron y son los mismos los que más le temen a las mujeres organizadas: la burocracia sindical y los patrones.

Los “caballeros con pollera”
A fines de 1800, los sindicatos en Estados Unidos sólo permitían la afiliación de varones blancos, dejando por fuera a quienes trabajaban casi siempre en los peores lugares: mujeres, negros e inmigrantes. En estos años una organización llamada Los Caballeros del Trabajo se propuso organizar a las mujeres y de esta manera empezaba una larga pelea que sería continuada por organizaciones combativas y partidos de izquierda.
Con la idea de que clase obrera era una sola, los Caballeros del Trabajo organizaban a un sector importante de la vanguardia obrera, con métodos combativos de lucha y organización. Pero los Caballeros no se limitaron a alentar la participación femenina: pelearon por la organización independiente de las mujeres trabajadoras, lo que permitió el desarrollo de grandes figuras dirigentes. Esto era toda una novedad y por supuesto en la práctica hubo avances y retrocesos. Pero lo que inclinaba la balanza era la política explícita de organizar a las mujeres y a pesar de todos los problemas que existían, a fines de 1880, fue una mujer la que encabezó una de las seccionales más importantes (Chicago). La Asamblea de 50.000 participantes (varones y mujeres) fue presidida por Elizabeth Rodgers de casi 40 años y madre de diez hijos. Elizabeth contó que: “Mi esposo siempre creyó que las mujeres debían hacer cualquier cosa que quisieran (...) pero nunca creyó que me iría tan bien como Master Workam [dirigente]. Fui la primera mujer en unirme a los Caballeros en Chicago. Nos ofrecieron la oportunidad, y me dije a mí misma, ‘Alguien debe ser la primera, y así me decidí’”. Las 50.000 afiliadas de los Caballeros llegaron a ser el 10% de todos los miembros de la organización. A fines del siglo XX, los Caballeros eran perseguidos y reprimidos, sin embargo, habían ganado una batalla importante: la central obrera oficial debió aceptar la afiliación de las mujeres.

La huelga de “Pan y Rosas”
A principios del siglo XX ya nadie podía negar que las mujeres eran una parte importante de la clase obrera y su determinación a la lucha no podía ser ignorada. En 1908 las obreras del vestido de Chicago lanzaron la campaña por la reducción de la jornada laboral; en 1909 las “niñas obreras” textiles conmovían a Nueva York con su gran huelga de los “piquetes móviles” dirigida por Clara Lechmil, la huelguista más “vieja” de 23 años. Mucho más conocida fue la huelga textil que terminó en tragedia con el incendio de la Triangle Shirtwaist Company provocado por la patronal.
En Lawrence (EE.UU.) en 1912 las obreras textiles empezaron una huelga por aumento de salario y reducción de la jornada, pero también peleaban por su derecho a tener una vida digna, allí pintaron la primera pancarta que decía “Queremos el pan, pero también las rosas”. En estos años la IWW (siglas de Industrial Workers of the World, que significa Trabajadores Industriales del Mundo) había tomado la posta de los Caballeros en organizar a las mujeres. Una de sus dirigentes, la militante socialista Elizabeth Gurley Flynn, no sólo fomentaba la sindicalización y participación en la lucha, sino que fue más allá. Decía que si las mujeres después del trabajo tenían que volver a sus casas a realizar ellas solas todas las tareas y cuidar a sus hijos e hijas, era muy difícil lograr que participaran. Entonces empezó a organizar guarderías y comedores comunes para que las obreras tuvieran más tiempo, “La vieja actitud de los hombres de ‘amo y señor’ era fuerte y al final del día de trabajo... el hombre llegaba a la casa y se sentaba, mientras su esposa hacía todo el trabajo, preparar la comida, limpiar la casa, etc.”. La organización democrática de la huelga permitió desplegar muchas iniciativas para alentar la participación de las mujeres, cada mujer que se sumaba traía nuevas propuestas y cada vez eran más.
La IWW lleva adelante medidas novedosas como las reuniones de niños y niñas del sindicato, donde les explicaban por qué sus padres y madres estaban en huelga, para contrarrestar la propaganda antihuelga de la escuela, la prensa y otros sectores contrarios. Otra medida importante, y que logró la repercusión nacional de la huelga, fue la de enviar a los hijos de huelguistas a otras ciudades, para cuidarlos de la represión y que sus madres pudieran participar más en la huelga sin la preocupación de la seguridad de sus hijos. Pero cuando estaba por salir el segundo tren con cientos de niños y niñas, la policía arremetió contra la gente y esto terminó llevando la huelga de Lawrence a la primera plana de los diarios más importantes del país. Las obreras de Lawrence ganaron. Pero no sólo fue importante su triunfo, también mostró el protagonismo decisivo de las mujeres y probó la enorme creatividad obrera que, organizada democráticamente, se despliega de manera impensada.

Ya no soy una sola
La historia de la clase obrera está llena de estas pequeñas historias, que son solamente una parte de la enorme participación de las mujeres, que como vemos todos los días no necesitan permiso de nadie para organizarse y luchar. Las mujeres que levantaron los piquetes móviles en 1909, las que organizaron las reuniones de discusión sindical, las guarderías y comedores colectivos, todas ellas transformaron su vida y la de sus compañeros. De repente las amas de casa formaban la seguridad de los piquetes, las que trabajaron en silencio durante años pasaron a ser oradoras en los comités de huelgas, las que antes habían tenido que agachar la cabeza ahora organizaban un sindicato, las enfermeras montaban y dirigían un hospital para huelguistas... De repente dejaron de ser individuos para convertirse en parte de un todo: ya no apoyaban la lucha de otros, ahora esta era su lucha. Pero el “de repente”, hay que decirlo, en realidad no existe. Lo que sí existió y sigue existiendo son mujeres como Elizabeth Gurley Flynn, Genora Jonson Dollinger, Marvel Scholl o tantas otras, convencidas de que la organización independiente de las mujeres desata una fuerza difícil de parar que da nuevas energías a la lucha de la clase obrera por su emancipación.

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