La convocatoria de las "mujeres marchando hacia bicentenario" me recordó que el Centenario en 1910 fue parte aguas de las mujeres que participaban de la vida política en ese momento donde no tenían siquiera el derecho mínimo de votar en las elecciones, ni disponer de sus vidas, obligadas a seguir el destino de padres y maridos (o ser presa de miradas sospechosas, de quedarse para "vestir santos" y otras delicias de la época).
En 1910 se prepararon dos Congresos. Uno de las "mujeres de la patria" que esperaban ansiosas mostrar la participación femenina con bordados preciosos y discursos alegóricos en el Congreso Patriótico y Exposición del Centenario. Para tranquilizar avisaron que no pensaban reclamar el voto femenino porque era "cosa de hombres" y que "la acción de este Congreso es pacificadora, educadora y controladora" (que casualmente reunía a damas y mujeres de la alta sociedad argentina).
El otro congreso fue el Congreso Femenino, que reunió a más de un centenar de feministas de varios países, organizado por la Liga Argentina de Mujeres Librepensadoras y otras feministas, para "modificar prejuicios, tratando de mejorar la situación social de muchas mujeres, exponiendo su pensamiento y su labor" (que reunió a estudiantes, intelectuales, científicas, trabajadoras y militantes). Menos pintoresco que los bordados y el cronograma oficial, pero las feministas reclamaron en su encuentro el derecho al voto y la igualdad de derechos con los varones..
Hoy casi 100 años después no se puede decir que no ha cambiado nada aunque todo lo esencial siga siendo más o menos parecido. Aunque ya no despierte tanto entusiasmo la presidenta Cristina Fernández (ni su par chilena Michelle Bachelet) hace sólo algunos meses más de una feminista estaba dispuesta a tirar la casa por la ventana para festejar el "Siglo de las Mujeres". Las esperanzas se esfumaron rápidamente (la honestidad de la señora Fernández colaboró mucho con esta empresa), sin embargo, el conflicto abierto con el campo volvió a poner sobre el tapete esta cuestión de que una mujer lleva las riendas del estado en Argentina. Pero no se revolvieron las aguas por iniciativas radicales (en el buen sentido, no el de unión cívica) feministas, ni por amenazas de romper con el oscurantismo católico ni nada por estilo. Fue la misoginia de la oposición la que puso a más de una en un aprieto al confundir la falta de uno con el mérito de la otra. Ya hablamos en otro momento de la peculiar reivindicación del género femenino de nuestra presidenta (que nos pretende máquinas biológicamente diseñadas para sufrir y no quejarnos).
¿Será el bicentenario un nuevo parte aguas? Es verdad que no se debatirán el derecho al voto y los bordados, pero es muy probable que haya un nuevo Ellas y Nosotras. Ellas no serán esas de 1910, nosotras tampoco (aunque los intereses que defienden Ellas sean en el fondo los mismos, a fin de cuentas defienden un gobierno que ni siquiera está dispuesto a reconocer derechos elementales a las mujeres, ni hablar de trabajo digno, salarios decentes o salud y educación para las mayorías obreras y populares) . Pero como hace 100 años seguramente habrá un “Ellas” oficial y pacificador, y un “Nosotras” que cuestione todo, que desnude la hipocresía de quienes permiten que se muera 1 mujer por día por el aborto clandestino, que critique el doble discurso de las presidentas que usan la bandera de las mujeres trabajadoras para proteger amigos capitalistas, que diga claramente que hasta que no terminemos con este sistema donde uno se enriquece con el trabajo y la miseria de millones siempre habrá un “Ellas y Nosotras”.
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